“QUIEN REGALA SONRISAS, RECIBE SENTIMIENTOS”
Nos cogió de sorpresa el fallecimiento de Araceli y ello es debido a que la mayor parte de las enfermedades de nuestros amigos, solamente son conocidas por sus familiares más allegados y que en este caso las esquelas se colocaron al atardecer del martes 03/01/2017, pese a lo cual la iglesia al día siguiente estaba llena de familiares y amigos, que deja alto y claro el cariño que inspiraba Araceli con su eterna sonrisa, que transmitía felicidad a las personas que tuviera a su alrededor.
Araceli, siempre te extrañó mi sincera amistad con tu marido Gerardo, pese a que políticamente nos movíamos en campos muy opuestos, lo que demostraba que lo importante son las personas por encima de las ideologías. Siempre lo recuerdo trabajando para los demás, bien como concejal o como directivo de la Piloñesa vendiendo los cupones del jamón del domingo, eso sí, siempre contándonos un nuevo chiste. El buen humor era también un rasgo de identidad de Gerardo, por lo que no me extraña que os llevarais tan bien. Ahora tendrás la oportunidad de reunirte otra vez con él y seguro que le perecerá más alegre el cielo, al tenerte a su lado.
El 4 de Enero de 2017 en tu entierro, casi un kilometro de coches aparcados frente al Cementerio de Infiesto, dió testimonio una vez más, del cariño de tus familiares y amigos.
Araceli, el vacio que has dejado ahora, será muy difícil de llenar a no ser con la memoria y el sentimiento que permanece en el corazón de tus seres queridos, aunque nunca suplirá a tu presencia y a la alegría que contagiabas con tu jovial carácter.
Desde estas líneas reitero mi sentido pésame a sus hijos: Gerardo, Falo, María Isabel y María Jesús; nietos: Gerardo, Francisco, Julio, Rafa, Elena, Daniel, juliana, Julio, Fernando, Araceli Cecilia y Mónica; hermanos: Esther, Carmen y Severino. Que de algún modo, la pena de su ausencia se atenúe con el recuerdo de los años de alegría compartida.
¡Qué descanses en paz y en alegría, que es lo tuyo!
MANOLO MARINA
Publicado Nº 156, Enero 2017, La Crónica de Piloña